- Eliana Aguilar
- Oct 27
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Actualmente la percepción de lo que implica comer sano varía bastante entre individuo e individuo. Para la mayoría, este concepto se ha ido complicando con los años, en muchos, incluso causando miedos innecesarios alrededor de alimentos perfectamente nutritivos. Lo que era previamente sencillo y de sentido común se ha convertido en un tema de discusión a nivel global, proponiendo extremos que se contradicen entre ellos y que claramente, no han servido de mucho o /será que han causado más daño que bienestar?
Dejando a un lado la alta incidencia de enfermedades del corazón, diabetes y cáncer (insertar estadística) aun con este supuesto avance y compresión de las consecuencias de ciertos alimentos en la salud humana, se pretende reflexionar la relación entre la masificación de información referente al comer saludable y la detonación de trastornos alimenticios.
Se han observado algunos comportamientos preocupantes alrededor de la comida, cuando la intención de las personas se intensifica por comer saludable, cuidarse y hacer dieta, tales como restricción excesiva, seguir lineamientos rígidos y evitar grupos alimenticios y hasta macro-nutrientes completos; una obsesión por las calorías, poner etiquetas a alimentos de buenos y malos, aislamiento social, para evitar situaciones que sienten como tentación, ejercicio excesivo, estrés emocional, ansiedad, culpabilidad, vergüenza cuando se consumen alimentos etiquetados como “insanos” o cuando se desvían del ideal en mente, imagen corporal negativa, una obsesión por el número en la báscula y una constante inconformidad con el cuerpo, abandono del gusto de comer, perdiendo la habilidad de disfrutar la comida debido a una preocupación excesiva del contenido nutricional y de los supuestos efectos negativos. Un autoestima deteriorado, por supuesto algunos hasta un detrimento a la salud física y finalmente un impacto negativo en la calidad de vida, al darse cuenta que la comida y sobre todo la intención de llevar una dieta, les ha quitado años de sus vidas, sin mucho éxito, aplazando otros proyectos y sueños.
Aunque el desarrollo de cualquier trastorno en la salud mental es un tema complejo y una combinación de situaciones genéticas, de personalidad y del entorno, lo anterior suena como una receta sin falla para la cocción de un perfecto y duradero trastorno alimenticio.
Se hace mas probable todavia, cuando la persona con el intenso deseo de comer saludable, la rodea también una necesidad de perfeccionismo y control; un entorno donde el valor de estar delgado es alto y donde se juzga por como se ve; en una cultura donde la presión social por seguir ciertos ideales inalcanzables emitidos por imágenes con filtros, foto montajes y todo un equipo de marketing es la norma y mas que nada por la mala información que abunda las redes sociales y el media, de la necesidad de dietas excesivas, específicas y tendencias “novedosas" creando un miedo colectivo hacia prácticamente todos los enfoques alimenticios, dejando al espectador con un signo de interrogación y una pésima relación con la comida.
Según el DSMV, la restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, un miedo intenso a ganar peso o a engordar, o un comportamiento persistente que interfiere en el aumento de peso y una alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio cuerpo, es la definición de anorexia.
Esta definición acompaña el comportamiento de muchas personas con la intensa intención de comer saludable, sin jamás ser diagnosticadas, por estar escondidas detrás del ideal que se propone por la gran variedad de “expertos”, marcas de suplementos, programas de desintoxicación, casas de retiro y cada uno de los remedios mágicos para eliminar cada vez mas síntomas y enfermedades nuevas que necesitan seguir una serie de lineamientos alimenticios cada vez mas específicos jamás antes vistos.
Tal vez también, porque algunas de ellas, aun cuando están restringiendo su ingesta energética, tienen un miedo intenso a engordar y un comportamiento persistente que interfiere a que suban de peso, su cuerpo no refleja la imagen de anoréxica que tenemos en mente, dejando todo este grupo de personas en un limbo de trastorno de salud mental no atendido.
Por si fuera poco, se hace aun mas triste cuando el comportamiento compensativo de no haber podido modificar las señales instintivas de hambre y seguir lineamientos estúpidos, es más comida. Creando el ciclo perfecto de restricción y atracones.
Una ingesta en un periodo determinado, de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un periodo similar en circunstancias parecidas, acompañado de una sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio, donde se come mucho mas rápido de lo normal, hasta sentirse desagradablemente lleno, cantidades grandes de alimentos cuando no se siente hambre fisicamente, se come solo debido a la vergüenza que se siente por la cantidad que se ingiere y se siente avergonzado, con disgusto de uno mismo y deprimido. Es la descripción de un trastorno de atracones según el DSMV.
Lamentablemente, se normaliza cada vez mas, propuestas grotescas de comidas, con sabores exageradamente dulces, salados, grasosos y picantes, creando una recurrencia insaciable, alterando el paladar natural, con sabores completamente artificiales, platillos muy… monchosos. Hasta la comida marketeada como saludable, tiene ese aspecto de mal gusto, donde si comparamos el contenido nutricional y calórico de la propuesta “sana” con su contraparte insana, sería sorprendente el resultado similar o superior. Esta imagen engañosa de productos y platillos pseudo sanos da pie para otro ensayo completo, sin embargo cabe rescatar el punto donde aun las personas con intención “normal” de comer sano, no están recibiendo los resultados prometidos.
El culpable siempre es el individuo, que no pudo, que se equivocó, que le faltó, fuerza de voluntad, más restricción, algún polvo, pastilla recién inventada o mas consistencia, duración, inversión.
El gancho perfecto para intentarlo de nuevo, ahora con mas intensidad, agregando ingredientes al caldo del trastorno alimenticio.
Las campañas con mensajes intencionadamente dirigidos a las masas para generar cambios en el comportamiento alimenticio, han creado creencias negativas y miedos ante alimentos completamente necesarios para una alimentación balanceada; campañas anti-carbohidratos promoviendo una restricción severa y prohibición de alimentos como granos integrales, frutas y tubérculos. Enfatizan miedos de ganar peso, de resistencia a la insulina y problemas de salud relacionados con el consumo de un macro-nutriente completo. Las campañas anti-azúcar, resaltando los daños potenciales de consumir azúcar como causa de cáncer y claro, subir de peso y diabetes. La tendencia libre de gluten, resaltando los supuestos efectos negativos al ingerirlo productos que lo contienen, creando aversión y miedos aun sin tener las condiciones médicas que justifiquen eliminarlo. Las campañas anti-grasa, para simplemente vender productos bajos o libres de grasa, usualmente añadidos de ingredientes procesados.


